Suplemento NO, Pagina 12 - 7 de Abril de 2002 | ||
Melancólicos | ||
EL CUARTO DISCO DE BLUES MOTEL La locura”, “Pastillas”, “El abismo”, “No hay luz”, “Clonazepam”... No se trata de definir telegráficamente la situación actual argentina, simplemente así se llaman algunas canciones que Blues Motel grabó en su cuarto disco Malbec. –¿Tan de bajón viene la mano? –Es cierto –responde Adrián Herrera, guitarrista–, las letras son melanco, de bajón y resaca. En “Clonazepam” tengo la imagen del chabón de La metamorfosis de Kafka en un cuarto oscuro, medio arruinado y mirándose en el espejo. Lo veo onda Tom Waits... apagado. Además tiene que ver con un mambo fóbico y de ciertas psicosis raras que sufrí. La onda de las letras está asociada a esa época chota que vivimos durante la grabación del tercer disco –Un tajo en la oreja (1998)–, tuvimos problemas de salud, problemas con la compañía, problemas para conseguir lugares para tocar. Hay muchas cosas que no podés resolver y la vía para hacerlo pasa por escribir así. Es un proceso que estamos asimilando ahora. La música de Malbec, en este contexto, aparece como la contracara de la tendencia letrística. La banda suena fresca y emotiva en “¿No parece extraño?”, rocker como en los primeros tiempos en “Desperté” y furiosa en “Demian & Abraxas”. “Malbec es la síntesis de nuestra historia. En el tercer disco, muchos pibes stone nos hicieron la cruz por habernos tomado el atrevimiento de cambiar y la gente que podría haber gustado de ese disco, debido a esa maldita etiqueta que te ponen, ni siquiera se tomó el laburo de escucharlo. Pero, a partir de sacarnos las ganas de experimentar, pudimos volver a nuestro estilo ya sin pegarnos tanto a los Stones. Algo parecido a lo que hicieron Los Piojos”, prosigue Adrián. Muchas cosas han pasado desde que la banda debutó en 1988. La historia de Blues Motel es una historia de amigos, de marchas y contramarchas, de búsqueda, de resistencia al éxito. “Podríamos haber hecho negocio si nos quedábamos pegados a la etiqueta stone. Pero no es la idea. Acá te encajonan y quedás acorralado en un lugar del que no podés zafar. Eso me rompe las pelotas... Los rollinga, los mengano, los fulano, son todos unos boludos, es un extremo ridículo, que te limita para progresar como banda”, dice Rafael Gidenberger, el baterista. C.V. |
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